jueves, 9 de agosto de 2012

Un genio anda suelto. A propósito de Alberto Garzón.

 Comentario a un artículo suyo que, teóricamente, se debería de poder leer en el enlace: http://www.agarzon.net/?p=1997

Gracias, como siempre, al trabajo de Futbolín, podemos, al fin, leer el artículo de Alberto Garzón, al que en nuestro post nos referimos y sin cuya lectura no tiene mucho sentido todo lo que sigue.


http://www.kaosenlared.net/component/k2/item/27156-un-s%C3%ADmbolo-de-dignidad.html?tmpl=component&print=1

 De vez en cuando, la naturaleza nos obsequia con un genio.

 Y es que yo no creo, como hacía uno de mis poetas favoritos, que toda la claridad venga del cielo, en lo que sí que coincido con él es en que es un don, es decir que es totalmente gratuito.

 Creo que he leído por ahí que sólo tiene 25 años y me parece increíble, porque yo para pensar lo mismo que él, en el campo de mi especialidad, el jurídico, he precisado ni más ni menos que 64 años.

 Él es economista y, a lo mejor, del mismo modo que yo, que soy licenciado en Derecho, estudié 2 años Economía política, él, estudió, en su estancia universitaria, algo de Derecho, el caso es que sus razonamientos en este aspecto de su artículo son absolutamente perfectos si se hace abstracción de la técnica y del lenguaje específicamente juridicos.

 Pero no es esto, ni mucho menos lo que me ha llamado decisivamente la atención, impulsándome a escribir sobre él, sino el tono general de su artículo, del que se deduce todo lo contrario del que se extraía del de ese intelectual que traiciona no sólo a su clase, lo que no tendría realmente mucha importancia, sino al pueblo que lo alberga en su seno, el tal David Torres, del que escribíamos ayer.

 Decíamos ayer, y repetimos hoy, que lo esencial del intelectual es su compromiso con el hombre, con su natural capacidad de sufrimiento, tal como nos demostraron los últimos y definitivos filósofos existencialistas.

 Para ellos, el hombre es un ser abocado a la náusea, ante la angustia que le provoca la nada que se desprende de su conocimiento cada día más perfecto de lo absurdo de nuestra existencia.

 Y ellos escribieron esto hace casi un siglo, cuando la humanidad aún tenía ciertas esperanzas, si bien Arendt, la mujer espiritual de Heidegger, ya había escrito su formidable alegato “Hombres en tiempos de oscuridad”, sobre la peripecia vital de tipos como Benjamín, el autor de “Tesis sobre la filosofía de la historia”, que se quitó la vida ante la posibilidad de que lo alcanzaran los esbirros de Hitler.

 Estos esbirros que, ahora, Rajoy y sus muchachos mediante, nos están alcanzando a todos, al fin.

 Volviendo al tema, a mí, me ha costado comprender todo lo que Garzón expone como el que lava en el artículo que comentamos ni más ni menos que 83 años, de los cuales, más de 60 han estado siempre rondando lo que se cuece en los claustros universitarios y lo que realmente se produce en esa dura existencia que a veces concluye en los sótanos de las comisarías y de los juzgados.

 He tenido que leer mucho y sufrir más para atisbar un poco todo lo que este chico, para mí un tipo de 25 años es un chico, por muy genio que pueda ser, expone con una sencillez y claridad meridianas.

 La represión que ya se ha iniciado por los nazifascistas franquistas que este pueblo nuestro ha colocado al frente del gobierno de este irrisorio país, no cesará hasta concluir con todos los miembros de ese sindicato andaluz que se ha incautado de algunos alimentos en 2 hipermercados andaluces, en el centro de una vorágine judicial de mil pares de narices, he escrito narices, que conste, aunque para ello tengan que forzar las leyes hasta extremos realmente inconcebibles, porque la figura del hurto famélico que ampara estos hurtos por necesidad en todos los países que son realmente civilizados del mundo, será desterrada de un manotazo por gente como el Fiscal General de Estado de honda raigambre fascista y el melifluo e hipócrita Ruiz Gallardón, la otrora esperanza blanca, para ello se retorcerán las leyes, incluso ese artículo de la Constitución que tan acertadamente se cita en el escrito de referencia, y se dictarán los reales decretos necesarios para que esa posible racha de sucesos de la que podría ser el incidente en cuestión el inicio de nuestra plaza Tahrir sea abortado cuanto antes. Miedo me da de lo que esta gente puede llegar a hacer, amparada y jaleada por una de las prensas más canallescas del mundo.

 La distinción que tan claramente hace Garzón entre legitimidad y legalidad, equivalente plenamente entre la justicia y su mera apariencia es absolutamente necesaria que sea comprendida por todos los ciudadanos, algunos de los cuales, tal vez la mayoría, comienzan a pensar como los dueños de nuestra prensa quieren que lo hagan.

Un genio anda suelto. A propósito de Alberto Garzón.

 Comentario a un artículo suyo que, teóricamente, se debería de poder leer en el enlace: http://www.agarzon.net/?p=1997

Gracias, como siempre, al trabajo de Futbolín, podemos, al fin, leer el artículo de Alberto Garzón, al que en nuestro post nos referimos y sin cuya lectura no tiene mucho sentido todo lo que sigue.


http://www.kaosenlared.net/component/k2/item/27156-un-s%C3%ADmbolo-de-dignidad.html?tmpl=component&print=1

 De vez en cuando, la naturaleza nos obsequia con un genio.

 Y es que yo no creo, como hacía uno de mis poetas favoritos, que toda la claridad venga del cielo, en lo que sí que coincido con él es en que es un don, es decir que es totalmente gratuito.

 Creo que he leído por ahí que sólo tiene 25 años y me parece increíble, porque yo para pensar lo mismo que él, en el campo de mi especialidad, el jurídico, he precisado ni más ni menos que 64 años.

 Él es economista y, a lo mejor, del mismo modo que yo, que soy licenciado en Derecho, estudié 2 años Economía política, él, estudió, en su estancia universitaria, algo de Derecho, el caso es que sus razonamientos en este aspecto de su artículo son absolutamente perfectos si se hace abstracción de la técnica y del lenguaje específicamente juridicos.

 Pero no es esto, ni mucho menos lo que me ha llamado decisivamente la atención, impulsándome a escribir sobre él, sino el tono general de su artículo, del que se deduce todo lo contrario del que se extraía del de ese intelectual que traiciona no sólo a su clase, lo que no tendría realmente mucha importancia, sino al pueblo que lo alberga en su seno, el tal David Torres, del que escribíamos ayer.

 Decíamos ayer, y repetimos hoy, que lo esencial del intelectual es su compromiso con el hombre, con su natural capacidad de sufrimiento, tal como nos demostraron los últimos y definitivos filósofos existencialistas.

 Para ellos, el hombre es un ser abocado a la náusea, ante la angustia que le provoca la nada que se desprende de su conocimiento cada día más perfecto de lo absurdo de nuestra existencia.

 Y ellos escribieron esto hace casi un siglo, cuando la humanidad aún tenía ciertas esperanzas, si bien Arendt, la mujer espiritual de Heidegger, ya había escrito su formidable alegato “Hombres en tiempos de oscuridad”, sobre la peripecia vital de tipos como Benjamín, el autor de “Tesis sobre la filosofía de la historia”, que se quitó la vida ante la posibilidad de que lo alcanzaran los esbirros de Hitler.

 Estos esbirros que, ahora, Rajoy y sus muchachos mediante, nos están alcanzando a todos, al fin.

 Volviendo al tema, a mí, me ha costado comprender todo lo que Garzón expone como el que lava en el artículo que comentamos ni más ni menos que 83 años, de los cuales, más de 60 han estado siempre rondando lo que se cuece en los claustros universitarios y lo que realmente se produce en esa dura existencia que a veces concluye en los sótanos de las comisarías y de los juzgados.

 He tenido que leer mucho y sufrir más para atisbar un poco todo lo que este chico, para mí un tipo de 25 años es un chico, por muy genio que pueda ser, expone con una sencillez y claridad meridianas.

 La represión que ya se ha iniciado por los nazifascistas franquistas que este pueblo nuestro ha colocado al frente del gobierno de este irrisorio país, no cesará hasta concluir con todos los miembros de ese sindicato andaluz que se ha incautado de algunos alimentos en 2 hipermercados andaluces, en el centro de una vorágine judicial de mil pares de narices, he escrito narices, que conste, aunque para ello tengan que forzar las leyes hasta extremos realmente inconcebibles, porque la figura del hurto famélico que ampara estos hurtos por necesidad en todos los países que son realmente civilizados del mundo, será desterrada de un manotazo por gente como el Fiscal General de Estado de honda raigambre fascista y el melifluo e hipócrita Ruiz Gallardón, la otrora esperanza blanca, para ello se retorcerán las leyes, incluso ese artículo de la Constitución que tan acertadamente se cita en el escrito de referencia, y se dictarán los reales decretos necesarios para que esa posible racha de sucesos de la que podría ser el incidente en cuestión el inicio de nuestra plaza Tahrir sea abortado cuanto antes. Miedo me da de lo que esta gente puede llegar a hacer, amparada y jaleada por una de las prensas más canallescas del mundo.

 La distinción que tan claramente hace Garzón entre legitimidad y legalidad, equivalente plenamente entre la justicia y su mera apariencia es absolutamente necesaria que sea comprendida por todos los ciudadanos, algunos de los cuales, tal vez la mayoría, comienzan a pensar como los dueños de nuestra prensa quieren que lo hagan.

La traición de los intelectuales




 Llevo siglos diciendo que la nuestra es una batalla perdida por mor de la prensa.

 Es lo que aquel genio, Julien Benda, anticipó con “La traición de los clérigos”, entendiendo por tales a los jodidos intelectuales.

 Un intelectual ¿qué puñetera cosa es? ¿Acudimos al DRAL?

 -“3. adj. Dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras. U. m. c. s.”.

 O sea que un tal David Torres, que ha comenzado a publicar artículos en Público y en cuya autobiografía nos dice “fui cobrador de recibos y librero antes de comprender, como me advirtiera mi padre, que la de proletario es una carrera demasiado difícil. Entonces me dediqué a esto de la escritura, al periodismo y a dar clases de literatura en Hotel Kafka. Las novelas son todas hijas mías pero del periodismo tuvo la culpa Manu Leguineche, que en 1999 leyó mi primer libro, Nanga Parbat, y cometió la temeridad de reclutarme en su agencia Faxpress. Luego pasé brevemente por el ABC de Madrid, colaboré en El País Semanal y en diversas revistas, hasta que en el 2004 inicié mi andadura en El Mundo, donde aprendí que el columnismo es un oficio caducifolio que consiste en irritar a todo el personal, incluido yo mismo. Siempre he pensado que una novela es como un matrimonio más o menos largo mientras que una columna es un lío de una noche. Fui finalista del premio Nadal en 2003 con El gran silencio y he ganado también el Hammett de la Semana Negra de Gijón y el Tigre Juan por Niños de tiza, así como el premio Logroño por Punto de fisión, de donde toma su título esta trinchera. Como se ve, con mis novelas he hecho lectores y amigos, y con mis columnas más bien al contrario. Pero está bien así, porque siempre he pensado que un escritor ha de luchar contra el poder, sea del signo que sea, aunque la señal de su triunfo resulte tan minúscula como una picadura de mosquito en el culo de un elefante”.

 Si cito esto es para que se comprenda mejor lo que trato de decir cuando escribo “intelectuales”. Como apuntan los académicos, un intelectual es un tipo que se maneja bastante bien en esto de juntar letras y después palabras, pero, añado yo, que ahí acaban, pueden acabar todas sus habilidades, porque un escritor no es sino una especie de ebanista de las palabras, un poco más que el modestísimo artesano que es el carpintero.

 Durante algún tiempo, al escritor, al intelectual de la escritura se le exigió algo más que el dominio técnico de su profesión: una ética profesional que consistía en poner su habilidad al servicio de la verdad y de la justicia.

 El problema que motivó la diatriba de Benda es que, un día, unos tipos que se dicen críticos de arte colocaron la carreta delante de los bueyes: es mucho más importante dijeron no quitar ni poner reyes pero, desde luego, ayudar siempre a nuestros señores, y ¿quiénes son éstos?

"Por definición, los que pagan nuestros servicios, y los desheredados de la fortuna, también por definición, no tienen nada, absolutamente nada con qué pagar".

 Entonces, la prostitución de los clérigos-Benda-era inevitable.

 Hoy, día, todo el que quiera vivir de la escritura ya lo sabe, ha de traicionar a todos los que no tienen dinero para pagarles.

 Esto es lo que ha hecho este sr. Torres de hoy con ese largo y admirable curriculum como escritor que, además, nos dice ha sido redactor en ABC y ni más ni menos que en El Mundo, como un Sostres, cualquiera.

  Entonces, es lógico, demasiado lógico, absolutamente inevitable, que defienda a sus señores sin querer ni por asomo quitar o poner Rey, dice el tal Torres:

 “Gordillo dice que saquear un Mercadona en nombre de los desposeídos no es nada al lado de lo de Bankia, que robar comida para los pobres no es lo mismo que desmantelar un banco, de acuerdo, pero jurídica y técnicamente resulta que sí, que son lo mismo. Un robo es un delito, lo pintes como lo pintes, y para llamar la atención sobre la desesperación de miles y miles de familias andaluzas no hacía falta asaltar un supermercado con una banda de jornaleros metidos a matones y, de paso, hacer que llore una cajera. La cual, como quien no quiere la cosa, y sólo por estar ahí estorbando, se llevó un empujón y una colleja. Da la casualidad de que esa inoportuna cajera también es clase trabajadora, pura y dura, mucho más que el grupo salvaje de Gordillo, cuyos detractores se han apresurado a señalar que él mucha hambre no pasa. Ni por el cargo ni por las pintas. Sobre todo por las pintas.
 Fue Pasolini quien advirtió que, en los disturbios de Turín entre estudiantes y policías, la lucha de clases perdió de golpe la perspectiva, porque los estudiantes eran más bien niños de papá y los policías, jóvenes sin estudios, gente pobre del pueblo. Es lo malo de erigirse en conciencia de clase cuando uno no acaba de saber cuál es la suya: si diputado a sueldo o ladrón samaritano, si justiciero de alpargata o estrella televisiva. Gordillo no da el tipo de Robin Hood, ni siquiera de Little John, a pesar de la barba y el megáfono. El hombre buscaba publicidad para los hambrientos y tiró por la calle de en medio, sin caer en la cuenta de que en medio de la calle no había banqueros ni políticos sino la clase trabajadora llorando a moco tendido, y que esas lágrimas, proletarias y calientes, va a emplearlas el enemigo como balas de nueve milímetros. Cuando precisamente lo último que hay que darle al enemigo son argumentos”.

 No sé si debería de cerrar este post aquí. Porque es el tono de todo el artículo el que no ha tenido más remedio que recordarme a ese otro articulista de El Mundo, el referido Sostres, porque, en el fondo, ambos reflejan una misma ideología: el desprecio total del ser humano en lo que éste representa, su capacidad casi infinita de sufrimiento, lo que lo sitúa por encima de toda técnica y legalidad, de manera que, para mí, un tío que supedita el sufrimiento de un pueblo, uno de cuyos miembros, una mujer de Fuerteventura proclama que inicia hoy una huelga de hambre hasta que no se solucione el problema social que sufre actualmente España, a meros detalles técnicos y legales, con lo que de accidental tienen ambos conceptos, queda automáticamente descalificado para escribir para el gran público, porque podrá hacerlo muy técnica y legalmente, pero esencialmente es un perfecto patán, que no sabe de lo que está escribiendo.


La traición de los intelectuales




 Llevo siglos diciendo que la nuestra es una batalla perdida por mor de la prensa.

 Es lo que aquel genio, Julien Benda, anticipó con “La traición de los clérigos”, entendiendo por tales a los jodidos intelectuales.

 Un intelectual ¿qué puñetera cosa es? ¿Acudimos al DRAL?

 -“3. adj. Dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras. U. m. c. s.”.

 O sea que un tal David Torres, que ha comenzado a publicar artículos en Público y en cuya autobiografía nos dice “fui cobrador de recibos y librero antes de comprender, como me advirtiera mi padre, que la de proletario es una carrera demasiado difícil. Entonces me dediqué a esto de la escritura, al periodismo y a dar clases de literatura en Hotel Kafka. Las novelas son todas hijas mías pero del periodismo tuvo la culpa Manu Leguineche, que en 1999 leyó mi primer libro, Nanga Parbat, y cometió la temeridad de reclutarme en su agencia Faxpress. Luego pasé brevemente por el ABC de Madrid, colaboré en El País Semanal y en diversas revistas, hasta que en el 2004 inicié mi andadura en El Mundo, donde aprendí que el columnismo es un oficio caducifolio que consiste en irritar a todo el personal, incluido yo mismo. Siempre he pensado que una novela es como un matrimonio más o menos largo mientras que una columna es un lío de una noche. Fui finalista del premio Nadal en 2003 con El gran silencio y he ganado también el Hammett de la Semana Negra de Gijón y el Tigre Juan por Niños de tiza, así como el premio Logroño por Punto de fisión, de donde toma su título esta trinchera. Como se ve, con mis novelas he hecho lectores y amigos, y con mis columnas más bien al contrario. Pero está bien así, porque siempre he pensado que un escritor ha de luchar contra el poder, sea del signo que sea, aunque la señal de su triunfo resulte tan minúscula como una picadura de mosquito en el culo de un elefante”.

 Si cito esto es para que se comprenda mejor lo que trato de decir cuando escribo “intelectuales”. Como apuntan los académicos, un intelectual es un tipo que se maneja bastante bien en esto de juntar letras y después palabras, pero, añado yo, que ahí acaban, pueden acabar todas sus habilidades, porque un escritor no es sino una especie de ebanista de las palabras, un poco más que el modestísimo artesano que es el carpintero.

 Durante algún tiempo, al escritor, al intelectual de la escritura se le exigió algo más que el dominio técnico de su profesión: una ética profesional que consistía en poner su habilidad al servicio de la verdad y de la justicia.

 El problema que motivó la diatriba de Benda es que, un día, unos tipos que se dicen críticos de arte colocaron la carreta delante de los bueyes: es mucho más importante dijeron no quitar ni poner reyes pero, desde luego, ayudar siempre a nuestros señores, y ¿quiénes son éstos?

"Por definición, los que pagan nuestros servicios, y los desheredados de la fortuna, también por definición, no tienen nada, absolutamente nada con qué pagar".

 Entonces, la prostitución de los clérigos-Benda-era inevitable.

 Hoy, día, todo el que quiera vivir de la escritura ya lo sabe, ha de traicionar a todos los que no tienen dinero para pagarles.

 Esto es lo que ha hecho este sr. Torres de hoy con ese largo y admirable curriculum como escritor que, además, nos dice ha sido redactor en ABC y ni más ni menos que en El Mundo, como un Sostres, cualquiera.

  Entonces, es lógico, demasiado lógico, absolutamente inevitable, que defienda a sus señores sin querer ni por asomo quitar o poner Rey, dice el tal Torres:

 “Gordillo dice que saquear un Mercadona en nombre de los desposeídos no es nada al lado de lo de Bankia, que robar comida para los pobres no es lo mismo que desmantelar un banco, de acuerdo, pero jurídica y técnicamente resulta que sí, que son lo mismo. Un robo es un delito, lo pintes como lo pintes, y para llamar la atención sobre la desesperación de miles y miles de familias andaluzas no hacía falta asaltar un supermercado con una banda de jornaleros metidos a matones y, de paso, hacer que llore una cajera. La cual, como quien no quiere la cosa, y sólo por estar ahí estorbando, se llevó un empujón y una colleja. Da la casualidad de que esa inoportuna cajera también es clase trabajadora, pura y dura, mucho más que el grupo salvaje de Gordillo, cuyos detractores se han apresurado a señalar que él mucha hambre no pasa. Ni por el cargo ni por las pintas. Sobre todo por las pintas.
 Fue Pasolini quien advirtió que, en los disturbios de Turín entre estudiantes y policías, la lucha de clases perdió de golpe la perspectiva, porque los estudiantes eran más bien niños de papá y los policías, jóvenes sin estudios, gente pobre del pueblo. Es lo malo de erigirse en conciencia de clase cuando uno no acaba de saber cuál es la suya: si diputado a sueldo o ladrón samaritano, si justiciero de alpargata o estrella televisiva. Gordillo no da el tipo de Robin Hood, ni siquiera de Little John, a pesar de la barba y el megáfono. El hombre buscaba publicidad para los hambrientos y tiró por la calle de en medio, sin caer en la cuenta de que en medio de la calle no había banqueros ni políticos sino la clase trabajadora llorando a moco tendido, y que esas lágrimas, proletarias y calientes, va a emplearlas el enemigo como balas de nueve milímetros. Cuando precisamente lo último que hay que darle al enemigo son argumentos”.

 No sé si debería de cerrar este post aquí. Porque es el tono de todo el artículo el que no ha tenido más remedio que recordarme a ese otro articulista de El Mundo, el referido Sostres, porque, en el fondo, ambos reflejan una misma ideología: el desprecio total del ser humano en lo que éste representa, su capacidad casi infinita de sufrimiento, lo que lo sitúa por encima de toda técnica y legalidad, de manera que, para mí, un tío que supedita el sufrimiento de un pueblo, uno de cuyos miembros, una mujer de Fuerteventura proclama que inicia hoy una huelga de hambre hasta que no se solucione el problema social que sufre actualmente España, a meros detalles técnicos y legales, con lo que de accidental tienen ambos conceptos, queda automáticamente descalificado para escribir para el gran público, porque podrá hacerlo muy técnica y legalmente, pero esencialmente es un perfecto patán, que no sabe de lo que está escribiendo.


martes, 7 de agosto de 2012

¿Estamos ya a punto para que se produzca nuestra plaza Tahrir?






¿Estamos llegando ya al punto de ignición, a ese momento en el que todo puede estallar por los aires?

 Algo que no sucedía desde hace muchos, muchísimos años, ocurre ahora cuando un tipo como Jorge Javier No sé cuántos, sí, ése que hace el programa basura más visto de la Tele, va y dice en una entrevista que le hacen que si no fuera por el dinero negro que circula por ahí, todos los escaparates de España estarían ya rotos, o algo así, más o menos.

 Y, hoy, comparten 1ª página en El Periódico de Catalunya 2 noticias mucho más relacionadas entre sí de lo que parece: 1) que los contenedores, a la salida de los grandes supermercados, están siendo precintados por las autoridades competentes para que los hambrientos no puedan acudir a buscar comida a allí, y 2) que unos tíos cojonudos, con el Alcalde supercomunista de Marinaleda a la cabeza, han acudido a 2 grandes supermercados, probablemente los más grandes, Mercadona y Carrefour, y se han llevado un montón de carros llenos de alimentos para atender a los que están a punto de morir de hambre.

 Hace ya tanto tiempo que no ejerzo el Derecho, que no leo por tanto las actualizaciones legislativas, que no sé si el famoso “hurto famélico” sigue estando excluido de los Códigos penales del mundo, si lo sigue estando, lo que han hecho Sánchez Gordillo creo que se llama el referido alcalde y sus magníficos seguidores, quedará excluido como es lógico de persecución penal por los asquerosos cipayos del poder político.

 Si no, es igual, si las cosas continúan por el mismo tenor, pronto no habrá sitio en las cárceles patrias para contener a esos 15 millones de españoles que han sobrepasado ya el nivel absoluto de la pobreza y para los cuales el hurto famélico ya no podrá ser tampoco una solución y, entonces, este pueblo tan imbécil pero esencialmente desesperado no tendrá más remedio que echarse a la calle si un salvador de la patria, militar, por supuesto no da antes el consabido golpe de Estado.

 Mientras tanto, seguiremos tolerando que estos gobernantes de pacotilla que acuden a sus despachos después de haber pasado por los departamentos de tostado de piel y depilación, nos sigan tiranizando inicuamente al propio tiempo que se ríen escandalosamente de nosotros, mientras sitúan en todos los puestos de la Administración del Estado a todos sus parientes, amigos e incluso solamente conocidos con el más asqueroso panaguadismo que nunca se haya conocido en la historia universal de la infamia.

 Y lo peor es que, a mí por lo menos, no me sirve en modo alguno de consuelo que todo este horripilante calvario se lo haya merecido un pueblo que no ha sabido distinguir entre los que aspiraban a gobernarle pseudodemocráticamente entre lo que tradicionalmente se denomina el menor de los males, aunque tal vez sea justo apuntar que, en este caso, los dos males entre los que realmente se ventilaba la conquista del jodido poder eran iguales.

¿Estamos ya a punto para que se produzca nuestra plaza Tahrir?






¿Estamos llegando ya al punto de ignición, a ese momento en el que todo puede estallar por los aires?

 Algo que no sucedía desde hace muchos, muchísimos años, ocurre ahora cuando un tipo como Jorge Javier No sé cuántos, sí, ése que hace el programa basura más visto de la Tele, va y dice en una entrevista que le hacen que si no fuera por el dinero negro que circula por ahí, todos los escaparates de España estarían ya rotos, o algo así, más o menos.

 Y, hoy, comparten 1ª página en El Periódico de Catalunya 2 noticias mucho más relacionadas entre sí de lo que parece: 1) que los contenedores, a la salida de los grandes supermercados, están siendo precintados por las autoridades competentes para que los hambrientos no puedan acudir a buscar comida a allí, y 2) que unos tíos cojonudos, con el Alcalde supercomunista de Marinaleda a la cabeza, han acudido a 2 grandes supermercados, probablemente los más grandes, Mercadona y Carrefour, y se han llevado un montón de carros llenos de alimentos para atender a los que están a punto de morir de hambre.

 Hace ya tanto tiempo que no ejerzo el Derecho, que no leo por tanto las actualizaciones legislativas, que no sé si el famoso “hurto famélico” sigue estando excluido de los Códigos penales del mundo, si lo sigue estando, lo que han hecho Sánchez Gordillo creo que se llama el referido alcalde y sus magníficos seguidores, quedará excluido como es lógico de persecución penal por los asquerosos cipayos del poder político.

 Si no, es igual, si las cosas continúan por el mismo tenor, pronto no habrá sitio en las cárceles patrias para contener a esos 15 millones de españoles que han sobrepasado ya el nivel absoluto de la pobreza y para los cuales el hurto famélico ya no podrá ser tampoco una solución y, entonces, este pueblo tan imbécil pero esencialmente desesperado no tendrá más remedio que echarse a la calle si un salvador de la patria, militar, por supuesto no da antes el consabido golpe de Estado.

 Mientras tanto, seguiremos tolerando que estos gobernantes de pacotilla que acuden a sus despachos después de haber pasado por los departamentos de tostado de piel y depilación, nos sigan tiranizando inicuamente al propio tiempo que se ríen escandalosamente de nosotros, mientras sitúan en todos los puestos de la Administración del Estado a todos sus parientes, amigos e incluso solamente conocidos con el más asqueroso panaguadismo que nunca se haya conocido en la historia universal de la infamia.

 Y lo peor es que, a mí por lo menos, no me sirve en modo alguno de consuelo que todo este horripilante calvario se lo haya merecido un pueblo que no ha sabido distinguir entre los que aspiraban a gobernarle pseudodemocráticamente entre lo que tradicionalmente se denomina el menor de los males, aunque tal vez sea justo apuntar que, en este caso, los dos males entre los que realmente se ventilaba la conquista del jodido poder eran iguales.

El País, el diario universal, me da la razón

                  Voltaire
 Bueno, Futbolín, tengo importantes y significativas noticias.

 Verás, yo entraba casi todos los días en el diario El País, y dejaba allí los comentarios que me apetecían, incluyendo, luego, el post de mi archivo que me parecía más relacionado con el tema del artículo que comentaba.

 Todo iba como la seda hasta que el otro día escribí el post “El País traiciona su primer deber deontológico”, en el que ponía de manifiesto con toda la evidencia del mundo que dicho diario no cumplía con su deber primordial de informar verazmente a todos sus lectores de lo que realmente sucedía en este puñetero país y no se me ocurrió otra cosas que ir a allí, a El País, e incluir dicho post en un comentario.

 Resultado: retirada fulminante de mi autorización para escribir o comentar allí.

 Y tú me dirás: “coño, Pepe, ¿qué esperabas, que estos señores recibieran el que seguramente es el más directo y profundo de todos los ataques que han recibido en toda su vida, allí, en su propia casa, y se quedaran impávidos, como si no hubiera pasado nada, en qué puñetero mundo vives tú?”.

 Y yo, que soy probablemente el tío más ingenuo del mundo, te replico vivamente: “Sí, claro que sí, porque yo consideraba a ese diario, en el que escribe  cotidianamente la flor y nata no ya de la intelectualidad española, con algunas excepciones muy irritantes, por supuesto, como las del tal Vargas Llosa, sino gente que participa de la esencia misma de lo que yo considero la izquierda auténtica, ésa que preconiza hasta el máximo límite la libertad de expresión que afirma categóricamente: ‘odio lo que usted dice pero daría mi vida para que usted pudiera seguir diciéndolo’”.

  Olé, tus cojones,  Voltaire, me queda poco que estar en este asqueroso recinto, pero lo daría todo porque tu deseo se cumpliera no siempre, pero sí de vez en cuando.

 Y si había en este mundo un sitio donde tal precepto se cumpliera era aquél, el sacrosanto recinto de la libertad en todos sus órdenes, pero sobre todo, faltaría más, de la libertad de expresión.

 Efectivamente, soy el mayor de los ingenuos, Futbolín, porque son muchos años ya soportando persecución en todos sitios y en todos los órdenes, desde mi adorada Telefónica, en donde no me dejaron ir hasta los 10 años a las oposiciones para jefes por mi condición de comunista, a los juzgados, donde todos los años, todos los funcionarios, más de mil, por unanimidad me otorgaban el premio “Limón”, pasando por ese chat calamitoso que era Fuego Amigo, del ínclito Manolo Saco, que me declaró “el innombrable”, pasando, ahora, por la persecución a mis blogs que, para mí, están siendo hackeados sin ninguna duda, y, por último, por esta retirada del permiso de comentar en ese adalid de la prensa libre mundial que es El País, por haberme metido limpiamente, a cara descubierta, en su propia casa, en su propio terreno de juego, en su propio campo, con ellos.

 Y, de esto, Futbolín, sí que no cabe ninguna duda, es un hecho neto, escueto, incontrovertible, yo, que podía entrar allí, para comentar con mi nombre de guerra, “eutiquio”, y con mi dirección electrónica y la correspondiente contraseña, he sido expulsado del paraíso por cualquiera de los ángeles exterminadores, que allí parece que son muchos, porque no sólo he descubierto la verdad, sino que, además, me he atrevido a decirla, a proclamarla, allí, donde se dice que se halla el templo de la verdad, por los cojones del Tío Raimundo.

 Verás, Futbolín, un tío loco que, un día, dio en llamarse mi escudero porque a mí me llamaba Don Quijote, me dijo algo que se quedó flotando por mi cerebro como un presagio, como una sentencia de muerte: “¡Ay, mi señor, cuánto me preocupa que busque vuesa merced la verdad de tal manera porque mucho me temo que va a acabar por encontrarla!”.

 Pasado algún tiempo, aquel escudero que era mucho más listo y peor persona que Sancho, me abandonó en busca de mejor señor y a fe que lo halló, el muy jodido, el tal Saco.

  Pero acertó plenamente en su profecía, la verdad, la jodida verdad, he terminado por encontrarla, o, a lo peor, es ella la que, al fin, me ha hallado a mí.

 Todo no es sino una lucha a muerte por el poder porque el ansia de poder es lo más fuerte que el hombre lleva incrustado en su sangre.

 En eso creo, humildemente, que se equivocó el gran Marx, no es el dinero, no es el capital, el motor que mueve, en última instancia,  a este jodido mundo, sino el ansia de poder, que, claro está, se materializa, se muestra a través de aquél que Quevedo llamó poderoso caballero, pero que ahora sabemos que no es el supremo poder de este mundo porque, si fuera así, lo tendrían los banqueros y ya sabemos que no, porque van todos por ahí, con la lengua fuera buscando su salvación, y no la encuentran, porque alguien, en un recóndito e ignorado lugar, todavía no ha dado la orden de que cese esta sangrienta lucha que tanto mal está haciendo a los más débiles, porque cree que esta vez, sí, esta vez tiene a su alcance el pleno dominio del mundo, o sea, la plenitud del poder.

 Y uno de los más grandes poderes de este jodido mundo, hasta el punto de que yo, pobre de mí, lo sitúo como el primero, es el de la prensa, de ahí, toda esa insuperable responsabilidad que yo le exijo, por encima de todos los otros, porque, si ella quiere, en, un plis plas, acaba con el jodido poder que se le enfrente, y ahí están, por ejemplo, Nixon, en los Usa y aquí, en España, el inefable Felipe González, aquel tipo que  temía, dijo, morir de éxito, si será tonto el tío.

 Esto lo he visto ya tan claro y lo estoy diciendo ya tantas veces, en todos los sitios en que me dejan hacerlo, pero no con simples afirmaciones, sino con proposiciones lógicas acompañadas de sus irrefutables pruebas, que alguien, coño, no sé quién puñetas es, ha decidido silenciar esta pequeña boca que va diciendo por ahí lo que no conviene que se sepa, que los que realmente mandan son ellos, por debajo de él, por supuesto, de ese ignoto y quizá inexistente señor Dios Todopoderoso pero terriblemente humano, que encarna la cumbre del poder, los dueños de los grandes medios de comunicación que pueden hacer y deshacer reyes y presidentes de gobierno, pero que no  se atreven a vivir un día siquiera sin que un tipo como Florentino Pérez ordene a todas sus empresas que retiren su publicidad de las páginas de los diarios en los que sus directores no le obedecen.

 "Sí, es verdad, este pobre loco tiene toda la razón del mundo: nosotros sólo podemos decir medias verdades, a veces, siempre que no rocen siquiera los auténticos intereses de los que realmente mandan aquí, los que ponen realmente el dinero para que nosotros podamos seguir saliendo a este jodido, puñetero, canallesco mercado, o sea, a los que nos suministran el dinero suficiente para poder editar, cada día, cada jodido y puñetero día, sólo un día, si serán cabrones los puñeteros, a fin de que tengamos muy claro de quién y cómo dependemos, el dinero suficiente para hacerlo que unas veces nos viene directamente, mediante inyecciones de capital por los que nos dan las órdenes pertinentes para que hagamos lo que hacemos, y otras, por medio de esa publcidad de la que dependemos tanto que un sólo día sin ella y tendríamos que cerrar, así que ¿cómo coño pretende ese jodido loco que digamos la verdad, por ejemplo, del Real Madrid, al día siguiente Florentino nos retiraría la publicidad de todas, que son todas, las empresas españolas?

 Y, para evitarlo, en este insignificante caso, sólo teníamos que dejar a este pobre loco sin la posibilidad de venir a aquí, a nuestra propia casa a decirnos lo que somos y lo que hacemos.


El País, el diario universal, me da la razón

                  Voltaire
 Bueno, Futbolín, tengo importantes y significativas noticias.

 Verás, yo entraba casi todos los días en el diario El País, y dejaba allí los comentarios que me apetecían, incluyendo, luego, el post de mi archivo que me parecía más relacionado con el tema del artículo que comentaba.

 Todo iba como la seda hasta que el otro día escribí el post “El País traiciona su primer deber deontológico”, en el que ponía de manifiesto con toda la evidencia del mundo que dicho diario no cumplía con su deber primordial de informar verazmente a todos sus lectores de lo que realmente sucedía en este puñetero país y no se me ocurrió otra cosas que ir a allí, a El País, e incluir dicho post en un comentario.

 Resultado: retirada fulminante de mi autorización para escribir o comentar allí.

 Y tú me dirás: “coño, Pepe, ¿qué esperabas, que estos señores recibieran el que seguramente es el más directo y profundo de todos los ataques que han recibido en toda su vida, allí, en su propia casa, y se quedaran impávidos, como si no hubiera pasado nada, en qué puñetero mundo vives tú?”.

 Y yo, que soy probablemente el tío más ingenuo del mundo, te replico vivamente: “Sí, claro que sí, porque yo consideraba a ese diario, en el que escribe  cotidianamente la flor y nata no ya de la intelectualidad española, con algunas excepciones muy irritantes, por supuesto, como las del tal Vargas Llosa, sino gente que participa de la esencia misma de lo que yo considero la izquierda auténtica, ésa que preconiza hasta el máximo límite la libertad de expresión que afirma categóricamente: ‘odio lo que usted dice pero daría mi vida para que usted pudiera seguir diciéndolo’”.

  Olé, tus cojones,  Voltaire, me queda poco que estar en este asqueroso recinto, pero lo daría todo porque tu deseo se cumpliera no siempre, pero sí de vez en cuando.

 Y si había en este mundo un sitio donde tal precepto se cumpliera era aquél, el sacrosanto recinto de la libertad en todos sus órdenes, pero sobre todo, faltaría más, de la libertad de expresión.

 Efectivamente, soy el mayor de los ingenuos, Futbolín, porque son muchos años ya soportando persecución en todos sitios y en todos los órdenes, desde mi adorada Telefónica, en donde no me dejaron ir hasta los 10 años a las oposiciones para jefes por mi condición de comunista, a los juzgados, donde todos los años, todos los funcionarios, más de mil, por unanimidad me otorgaban el premio “Limón”, pasando por ese chat calamitoso que era Fuego Amigo, del ínclito Manolo Saco, que me declaró “el innombrable”, pasando, ahora, por la persecución a mis blogs que, para mí, están siendo hackeados sin ninguna duda, y, por último, por esta retirada del permiso de comentar en ese adalid de la prensa libre mundial que es El País, por haberme metido limpiamente, a cara descubierta, en su propia casa, en su propio terreno de juego, en su propio campo, con ellos.

 Y, de esto, Futbolín, sí que no cabe ninguna duda, es un hecho neto, escueto, incontrovertible, yo, que podía entrar allí, para comentar con mi nombre de guerra, “eutiquio”, y con mi dirección electrónica y la correspondiente contraseña, he sido expulsado del paraíso por cualquiera de los ángeles exterminadores, que allí parece que son muchos, porque no sólo he descubierto la verdad, sino que, además, me he atrevido a decirla, a proclamarla, allí, donde se dice que se halla el templo de la verdad, por los cojones del Tío Raimundo.

 Verás, Futbolín, un tío loco que, un día, dio en llamarse mi escudero porque a mí me llamaba Don Quijote, me dijo algo que se quedó flotando por mi cerebro como un presagio, como una sentencia de muerte: “¡Ay, mi señor, cuánto me preocupa que busque vuesa merced la verdad de tal manera porque mucho me temo que va a acabar por encontrarla!”.

 Pasado algún tiempo, aquel escudero que era mucho más listo y peor persona que Sancho, me abandonó en busca de mejor señor y a fe que lo halló, el muy jodido, el tal Saco.

  Pero acertó plenamente en su profecía, la verdad, la jodida verdad, he terminado por encontrarla, o, a lo peor, es ella la que, al fin, me ha hallado a mí.

 Todo no es sino una lucha a muerte por el poder porque el ansia de poder es lo más fuerte que el hombre lleva incrustado en su sangre.

 En eso creo, humildemente, que se equivocó el gran Marx, no es el dinero, no es el capital, el motor que mueve, en última instancia,  a este jodido mundo, sino el ansia de poder, que, claro está, se materializa, se muestra a través de aquél que Quevedo llamó poderoso caballero, pero que ahora sabemos que no es el supremo poder de este mundo porque, si fuera así, lo tendrían los banqueros y ya sabemos que no, porque van todos por ahí, con la lengua fuera buscando su salvación, y no la encuentran, porque alguien, en un recóndito e ignorado lugar, todavía no ha dado la orden de que cese esta sangrienta lucha que tanto mal está haciendo a los más débiles, porque cree que esta vez, sí, esta vez tiene a su alcance el pleno dominio del mundo, o sea, la plenitud del poder.

 Y uno de los más grandes poderes de este jodido mundo, hasta el punto de que yo, pobre de mí, lo sitúo como el primero, es el de la prensa, de ahí, toda esa insuperable responsabilidad que yo le exijo, por encima de todos los otros, porque, si ella quiere, en, un plis plas, acaba con el jodido poder que se le enfrente, y ahí están, por ejemplo, Nixon, en los Usa y aquí, en España, el inefable Felipe González, aquel tipo que  temía, dijo, morir de éxito, si será tonto el tío.

 Esto lo he visto ya tan claro y lo estoy diciendo ya tantas veces, en todos los sitios en que me dejan hacerlo, pero no con simples afirmaciones, sino con proposiciones lógicas acompañadas de sus irrefutables pruebas, que alguien, coño, no sé quién puñetas es, ha decidido silenciar esta pequeña boca que va diciendo por ahí lo que no conviene que se sepa, que los que realmente mandan son ellos, por debajo de él, por supuesto, de ese ignoto y quizá inexistente señor Dios Todopoderoso pero terriblemente humano, que encarna la cumbre del poder, los dueños de los grandes medios de comunicación que pueden hacer y deshacer reyes y presidentes de gobierno, pero que no  se atreven a vivir un día siquiera sin que un tipo como Florentino Pérez ordene a todas sus empresas que retiren su publicidad de las páginas de los diarios en los que sus directores no le obedecen.

 "Sí, es verdad, este pobre loco tiene toda la razón del mundo: nosotros sólo podemos decir medias verdades, a veces, siempre que no rocen siquiera los auténticos intereses de los que realmente mandan aquí, los que ponen realmente el dinero para que nosotros podamos seguir saliendo a este jodido, puñetero, canallesco mercado, o sea, a los que nos suministran el dinero suficiente para poder editar, cada día, cada jodido y puñetero día, sólo un día, si serán cabrones los puñeteros, a fin de que tengamos muy claro de quién y cómo dependemos, el dinero suficiente para hacerlo que unas veces nos viene directamente, mediante inyecciones de capital por los que nos dan las órdenes pertinentes para que hagamos lo que hacemos, y otras, por medio de esa publcidad de la que dependemos tanto que un sólo día sin ella y tendríamos que cerrar, así que ¿cómo coño pretende ese jodido loco que digamos la verdad, por ejemplo, del Real Madrid, al día siguiente Florentino nos retiraría la publicidad de todas, que son todas, las empresas españolas?

 Y, para evitarlo, en este insignificante caso, sólo teníamos que dejar a este pobre loco sin la posibilidad de venir a aquí, a nuestra propia casa a decirnos lo que somos y lo que hacemos.